Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo. Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (Apocalipsis. 5: 4,5).
Juan, en su visión del cielo, ve un libro sellado que nadie es digno de abrir. Esta escena lo llena de angustia, porque este libro representa el destino de la humanidad, los planes de Dios para la redención y el juicio final. Si nadie puede abrirlo, ¿qué pasará con nosotros? Pero entonces, un anciano le dice algo que cambia todo: "No llores", porque el León de la tribu de Judá, Jesús, ha vencido.
Este pasaje nos recuerda que, aunque muchas veces sentimos incertidumbre, miedo o desesperanza, no tenemos por qué llorar sin consuelo. Jesús ha vencido. Él es el único que puede abrir el libro, el único que tiene el poder de llevar a cabo el plan de Dios y el único que puede traer verdadera redención. La figura de Jesús como león representa su carácter guerrero, quien pelea contra los poderes del mal en defensa de sus escogidos; en cambio la descripción como cordero representa su lado misericordioso, a su obra salvadora por medio de su muerte en la cruz del calvario.
Elena G. White menciona: “Allí, en su mano abierta está el libro, el rollo de las providencias de Dios, la historia profética de las naciones y de la iglesia. Allí estaban contenidos los pronunciamientos divinos, su autoridad y la historia de todos los gobernantes de la tierra” (Carta 65, 1898, p. 6- 9, 12).
Llamado:
Somos llamados a confiar en el Dios creador y protector del universo y a honrar a Jesucristo nuestro redentor. Que tu oración esta noche sea: “Querido Padre, muchas gracias por ser nuestro Dios creador, protector y redentor. Hoy decido adorarte en todos los aspectos de mi vida, prometo servirte, todos los días.