"Y el Señor descendió para ver la ciudad y la torre que habían edificado los hijos de los hombres."
(Génesis 11:5)
Muchas veces pedimos a Dios que esté con nosotros, sin darnos cuenta de que Él ya ha prometido su presencia en nuestra vida. La verdadera oración no debería ser “Señor, ven”, sino “Señor, ayúdame a percibir que ya estás aquí”.
Después del Diluvio, Dios seguía guiando a su pueblo, pero en Babel los hombres decidieron confiar en su propio esfuerzo. Construyeron una torre con la esperanza de protegerse de otro juicio divino, ignorando que la verdadera seguridad no se encuentra en lo que hacemos, sino en quien nos sostiene.
Elena de White nos recuerda: "Andemos humildemente con Dios... manteniendo delante de nosotros un sentido de la constante presencia de Dios" (Testimonios Selectos, t. 4, pág. 210).
Dios descendió a Babel, pero ellos no lo percibieron. Lo mismo ocurrió en los días de Jesús: los fariseos tenían a Dios en carne y hueso delante de ellos, y no lo reconocieron. La falta de percepción espiritual nos hace vivir como si Dios estuviera ausente, cuando en realidad está más cerca de lo que imaginamos.
📌 Dios está con nosotros hoy
Jesús prometió: "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:20).
No necesitamos pedirle que venga, sino pedirle que nos ayude a notar su presencia en cada detalle de nuestra vida.
Reflexión Final:
Dios nunca se ha alejado de nosotros. Si hoy te sientes solo, no es porque Él se haya ido, sino porque necesitas afinar tu percepción espiritual. En lugar de pedir que Dios esté contigo, pídele que te ayude a verlo, a escucharlo y a sentirlo en cada paso que das.