"Y José hizo preparar su carro, y subió a recibir a Israel su padre en Gosén; y se manifestó a él, y se echó sobre su cuello, y lloró sobre su cuello largamente."
(Génesis 46:29)
Aquel abrazo entre padre e hijo fue más que un encuentro familiar. Fue la restauración de años de dolor, silencio y separación. José, vendido como esclavo por sus hermanos, no solo perdonó… también abrazó, lloró y amó.
Dios es especialista en reconciliar lo que parece perdido. El tiempo, las heridas, los errores, no son obstáculos para Su gracia sanadora. Cuando Él guía los pasos, incluso los vínculos más rotos pueden volver a florecer.
Elena de White escribió: “A través de todos los cambios de la vida de José, se manifestó el propósito de Dios. Incluso los dolores más profundos fueron usados para gloria del cielo y restauración de la familia.” (Patriarcas y Profetas, p. 220)
Quizás también tú anhelas un abrazo así. Tal vez hay relaciones por sanar, palabras que decir, lágrimas que soltar. Cuando Dios es el centro, la restauración es posible.
Invitación:
Hoy, pide a Dios que te ayude a sanar relaciones. Da el paso, busca el abrazo, permite que el amor y el perdón de Dios fluyan a través de ti. Es tiempo de volver a abrazar.